Y de pronto «The end» dos palabras tan cortas con un significado tan extenso. El final. Ese final que nunca pensaste que escribirías. Ese final que llega entre lágrimas si la historia ha merecido la pena. Esa historia intensa, esa historia viva, esa historia que comenzó un día y pensaste que nunca terminaría. Pero, ¿realmente estamos preparados para el final? ¿Somos conscientes de lo que conlleva? ¿En qué momento del día te das cuenta que es hora de cerrar el libro? De que ya no hay más guion, ni diálogos, sólo una última página en blanco.
Desde mi punto de vista no eres consciente, simplemente sucede. La vida es como cualquier producto alimenticio con fecha de caducidad. Hay gente que aparece en tu vida sin esperarlo y la pone patas arriba, te vuelve loca, te hace sonreír como hacía tiempo que no curvabas esos labios, te hace estar pensando día y noche, estar pendiente de saber o simplemente de hablar de ella a todas horas. Y esas personas llegan, te hacen dar un vuelco pero tal y como llegan se van. Te dejan un vacío mínimo que no tardas en llenar. Hay personas, que por el contrario, entran en tu vida más despacio. Poco a poco con nimiedades se van colando en tu vida y sin darte cuenta, sin saber cuándo ni porque, eres consciente de que las necesitas en tu día a día para poder complementar la noche y el día. Hay otras que vienen y van, que no son fieles, pero cuando las ves te aportan tanto que prefieres que estén en un segundo plano, pero que no desaparezcan. También hay personas, como la típica frase indica: «Que entran en tu vida para enseñarte a no ser como ellas» Esas por el contrario se esfuman antes, y aunque te dejan un sabor agridulce, agradeces el mero hecho de que ya no están. Y es que a lo largo de mis pocos y taitantos años ha habido todo tipo de personas entrando y saliendo de mí día a día. Algunas las eché yo y otras decidieron alejarse, mientras que el resto me sigue acompañando. Complementando mis días, cada una como la pieza de ese puzle al que llamamos vida. Y hay variedad, por supuesto. Personas con las que jamás pensaste hablar, ahora tienes una afinidad de la que te es imposible escapar, personas que entraron cuando aún no sabías atarte los cordones de las zapatillas y siguen estando a lo largo de los años, personas que son tu familia, familia con la que puedes tener más o menos roce, pero sabes que están ahí y sin llamarlos aparecen para ponerte una mano en el hombro y decirte: «No estás solo», personas nuevas, que conoces por un golpe del destino, una extraña casualidad y que al mirarlas piensas: «A ti no te pienso dejar marchar». Somos un globo lleno de alfileres de los que hemos de aprender a no pincharnos. Hay que saber respetar y conservar a quien te aporta cosas buenas y lo más difícil, hay que saber madurar para decir adiós a otras cuando ha llegado el momento y no aferrarnos en algo que ya no existe.
Quedémonos solo con lo bueno de todo lo aprendido y enseñado, y como digo siempre, todo en esta vida es experiencia, mala o buena, pero no se trata de arrepentirse, se trata de aprender.
Aprender a vivir como mejor sabemos, sin malos royos, sin rencores ni venganzas, sin hacer daño a esa persona que antes dabas la vida por ella, porque todo llega y todo pasa, y siempre necesitamos una mano amiga que nos levante con la caída o nos dé una patada en el trasero que nos empuje hacia adelante.
Gracias… por formar parte de mi vida!
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